“El mar es paz y medicina”
En el Día Mundial de los Océanos, Ana Bryant, una mujer afrodescendiente de la costa caribeña nos recuerda el valor de nuestros mares y la necesidad de cuidarlo
Cada mañana se despierta y mira al mar desde su ventana. Desde hace más de seis décadas su vida transcurre entre la arena y el agua. Por su mente pasan las imágenes de una niña corriendo en dirección al mar, para jugar y aprender a nadar. De adulta, sigue haciendo lo mismo. Ya no corre, pero camina pausadamente cada mañana para tomar su dosis diaria de paz espiritual y la medicina que requiere para aliviar cualquier mal.
Ana Bryant es de esas mujeres que no necesita una fecha para celebrar el Día de los Océanos, ella festeja cada día el privilegio de vivir en una zona costera frente a ese mar al que llama su tesoro. “La semana pasada tuve una gripe terrible, pero entré al mar, me sumergí, me restregué la cara, inhalé su aroma y me compuse. El mar es medicina para mí, siempre lo ha sido”.
Con nostalgia recuerda que fue su madre quien le enseñó desde muy niña el valor medicinal del agua salada. “Si teníamos un granito, una gripe o cualquier malestar, ella nos mandaba al mar para curarnos, y así crecimos”, asegura.
A Ana la conocen en Puerto Viejo de Limón como “Mami”, un sobrenombre que heredó de su mamá desde muy niña. Son pocas las mañanas donde no se le encuentra frente a la costa, observando en silencio las olas, escuchando su sonido y absorbiendo la energía mágica que le trae paz espiritual.
“Las personas deberían aprender a apreciar, a valorar el mar, a cuidarlo, a disfrutarlo. Y esto debe pasar de generación en generación”, asegura al recordar cómo ha visto deteriorarse la salud del océano. Mucha gente está contaminando las playas con basura, cada vez se ven menos conchas, la pesca es más escasa, el mar cada vez se acerca más a la costa y el agua se ha calentado mucho, incluso a las cinco de la mañana a veces ya está muy tibia y antes no era así”, nos cuenta. En sus propias palabras, Ana refleja el diagnóstico de alto riesgo que los expertos han hecho sobre los océanos.
Ella conoce muy bien su entorno y sabe que es necesario tomar acción para defender la riqueza natural que rodea a su pueblo natal, por eso participa activamente en diferentes grupos comunitarios. La Asociación de Desarrollo Integral, la Cámara de Turismo y Comercio del Caribe Sur y grupos de mujeres que luchan por un mejor futuro para Puerto Viejo. Ana, de hecho, forma parte de una comunidad que espera con ansias la puesta en marcha del nuevo sistema de alcantarillado sanitario, un proyecto del Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) bajo la gestión de la Oficina de Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS).
Durante muchos años la costa de Puerto Viejo se ha visto gravemente afectada por la falta de tratamiento de aguas residuales, con la consecuente contaminación de ríos y mar, por eso la población local ha puesto sus esperanzas en la nueva planta de tratamiento que permitirá reducir las fuentes de contaminación en la costa.
“Este sistema nos ayudará muchísimo a recuperar nuestro mar. Dejaremos de usar los tanques sépticos, que tienen un costo de mantenimiento muy alto, y además van a desaparecer los malos olores. Yo veo el futuro con optimismo, un Puerto Viejo limpio, sin basura, con visitantes conscientes que valoran el mar y sobre todo sin esos malos olores”, asegura.
Ana Bryant es la propietaria del Hotel Maritza ubicado frente a una céntrica playa de Puerto Viejo. Su negocio también depende del mar, así como la vida económica del pueblo, por eso trabaja cada día en contagiar a sus visitantes, ya sean nacionales o extranjeros, de su pasión por el mar. Un mar que representa el futuro y el desarrollo de esa comunidad costera en el Caribe costarricense.
Autora/Fotos: Sandra Ramírez
Colaboración: Karina Obando
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